Cuántas veces habremos hablado de que la creatividad es un mundo. O de que la cocina es un mundo, o la mecánica, o la música, o la pintura. O inspirarse, por qué no, también puede ser todo un mundo. Podríamos encontrar miles de “mundos”, universos incluso. El asunto es que el término “mundo” siempre está ahí, para contarnos que nada tiene límites, ni fronteras. Ni siquiera reglas.
La publicidad ha utilizado muchas veces este concepto tan mundano para mostrarnos las realidades que podemos descubrir a través de diversos productos. Es una técnica bastante común para encontrar la inspiración: ¿Cómo sería un mundo sin…? O ¿cómo sería un mundo sólo con…? ¿Y si imaginamos el mundo de…?
Y muchas veces esta forma de pensar nos lleva a conseguir importantes éxitos como los de Lego, que nos muestra un mundo en miniatura. Heineken también plantea la misma cuestión, y nos muestra un mundo más fresco creado a través de latas de cerveza. O Bic, que nos invita a regresar al mundo de los príncipes y la fantasía.
La agencia de viajes Century Travel va un poco más lejos, y nos plantea la filosófica cuestión de hasta dónde llega nuestro mundo. Unas gráficas impresionantes nos invitan a descubrir todo lo que está más allá de nuestro entorno más próximo.
Con esa reflexión nos quedamos, ya que es este deseo de descubrir el mundo, de beber de nuevas tendencias, de asimilar lo diferente y lo nunca visto el que nos llevará a que cuando menos lo esperemos nuestra bombilla creativa se encienda. El fabuloso Steve Jobs nos invitaba en un famoso discurso a permanecer hambrientos y alocados. Siempre hambrientos y alocados. Me pregunto si su mundo concibe algún límite...
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