Que “las cosas no son lo que parecen” es una afirmación manida y de uso excesivo que bien sirve para hablar de una noticia singular, de un coche sorprendente o de un amante decepcionante. Y como no podía ser de otro modo, también es útil para versar sobre la materia que nos ocupa, la publicidad.
Las falsas ilusiones inspiran, dejan al espectador con un extraño regusto a engaño que fomenta irremediablemente el recuerdo. Cuando nos la juegan, nuestro cerebro entra en un curioso estado de alerta que repasa continuamente su torpeza. Pero, por el contrario, si el engaño es muy agudo, nuestra mente llega incluso a reconocer la maestría del artificio. Ahí es precisamente a donde queremos llegar.


Engaño o no, son los talones más sexys que he visto nunca, :)
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